ARTÍCULOS DE OPINIÓN

24.3.06

TERRORISMO CON TENDENCIA A CERO


Los gobiernos tienen la obligación y el mandato de buscar la mejora en las condiciones de vida de todos los ciudadanos. De esta manera son objetivos para un gobierno tratar de disminuir por ejemplo, la siniestralidad laboral, el número de accidentes en las carreteras, la violencia doméstica y también la violencia terrorista. Desde la irrupción del terrorismo en nuestras vidas de una forma brutal aunque no nueva, ahora hace dos años, percibimos más claramente que esta táctica por la cual un grupo intenta aterrorizar a grandes sectores de población a través del asesinato o la extorsión de grupos de individuos va a ser poco menos que inevitable en el futuro. ¿Hay alguien que verdaderamente piensa que vamos a estar a salvo próximamente de la práctica terrorista? ¿Acaso es sencillo librarse totalmente de la existencia de un GRAPO reaparecido, de una Al Queda global, de ETA o "post- ETA" o lo que quede de ella, de las Nuevas Brigadas Rojas en Italia, o de todos los grupos terroristas que intermitentemente puedan aparecer? En absoluto, es bastante complicado.
Sin embargo, ¿es factible seguir combatiendo sus efectos, disminuir sus consecuencias, presionar policialmente al terrorismo y responderle judicialmente? Por supuesto. Una actual observación de amplio espectro nos hace ver una realidad de primer orden en el ámbito internacional como es el continuo ataque a las sociedades democráticas a través de la estrategia terrorista. Creo que ha podido llegar el momento de quitarnos la venda de los ojos y poder reformular los objetivos y las políticas antiterroristas desde el punto de vista de ceñirlos a un ataque permanente y legal hacia sus ejecutores: deteniendo sus comandos, cortando vías de financiación, tratando de minimizar sus efectos y forzando y aceptando posibles rendiciones.
Así pues la "tolerancia cero" con el terror persigue que su efecto sea lo más atenuado posible. El terrorista individual acabará perdiendo aunque el terrorismo se resista. Este es el mensaje que debe conocer el terrorista. Recordemos por ejemplo que ya en el comunicado de tregua de 1998, ETA no descartaba y nos avisaba de la posible reaparición de la organización en futuras generaciones. Por otra parte, los posos que quedarían en una sociedad que hubiera sufrido de forma continuada el embate del terror, tardarían muchos años en desaparecer. Si somos honestos, el resultado de la política antiterrorista nunca será el de "terrorismo cero", pero sí puede ser un objetivo más alcanzable la constante disminución de sus apariciones con una tendencia a cero.
Los estados modernos no pueden permitirse acabar cediendo a una presión externa y totalitaria por la cual no sólo el terrorista amedrenta a mil personas asesinando a una, sino que intenta domesticar a miles de ellas perdonando a unas cuantas. Los terroristas comprenden bien ciertas debilidades de la condición humana. Conocen también las reacciones de miedo y huída provocadas por una agresión real o por ataques más difusos a través de la amenaza. Estos ataques afectan sin duda a la línea de flotación vital de muchos integrantes de sociedades con un cierto nivel de bienestar y con una posición de cierto repliegue individual que todos de alguna forma padecemos. El terrorismo sabe en qué terreno juega. Por ejemplo en el País Vasco, ETA jamás ha atacado a individuos significados de la política nacionalista ni al clero. Este perdón externo que les concede ETA y que hace sumar muchos adeptos, tiene casi tanta fuerza como el terror de huída provocado en la comunidad no nacionalista. El terrorista busca tanto aumentar sus afines desde la amenaza y el aviso, como restar oponentes a través de la desaparición y el exilio. Ante esta situación un estado moderno debería actuar continuadamente con una fuerte dosis de pragmatismo, frialdad y firmeza estratégica.
Los ciudadanos responsables solicitan una disminución constante y palpable de la siniestralidad laboral, de la ingesta destructiva de drogas en los jóvenes, de la violencia doméstica y de la práctica terrorista. ¿Cómo? Con medidas correctoras, preventivas y punitivas y mediante un combate permanente que no haga bajar la guardia. Sin embargo, la realidad nos impone que estas tareas, aunque fuera nuestro deseo, no van a terminar ahora. Si la policía no va a dejar de existir, la política antiterrorista legal tampoco lo hará, pero tampoco las oficinas de atención a las víctimas, ni los equipos de emergencia ante posibles atentados. Deberemos por lo tanto apoyar y exigir en todo momento una efectiva labor policial, una correcta administración de la justicia y la aplicación de todas las herramientas democráticas de un estado moderno que nos permitan luchar contra el terror desde la legalidad. No olvidemos tampoco que todas estas medidas no dejan de ser también medidas políticas, porque esperemos que la Política no sea interpretada únicamente como aquella posibilidad de llegar a acuerdos con terroristas y delincuentes que tienen una intencionalidad política.
Y termino casi como empecé pero cambiando el sujeto de la frase: la oposición a su vez tiene la obligación de buscar la mejora de las condiciones de vida de todos los ciudadanos. Conclusión, hagamos del problema terrorista una cuestión de Estado y hagamos irreversible una vuelta inmediata al Pacto por las Libertades. Una buena parte de la sociedad lo demanda. Esta buena parte de la sociedad está en sus cabales, no está dividida, ni quiere lo peor para sí. Finalmente, haciendo un giro de 180 grados desde lo racional hacia lo emocional, confieso mi deseo profundo de que estos mil días sin asesinatos por parte de ETA se prolonguen y tiendan a su vez a infinito. Pero habrá que decir también que el terror y la amenaza de ETA, a día de hoy, siguen y seguirán empapando seguramente por mucho tiempo la vida cotidiana y las relaciones entre los ciudadanos del País Vasco.

Ángel Altuna es psicólogo. Miembro de COVITE. (Colectivo de Víctimas del Terrorismo en el País Vasco). Hijo de Basilio Altuna asesinado por ETA el 6 de septiembre de 1980