ARTÍCULOS DE OPINIÓN

30.10.08

25 DE OCTUBRE : OTRO ANIVERSARIO

Estamos en el 29º aniversario de la aprobación por referéndum del Estatuto de Autonomía del País Vasco, fecha de hondo significado para todos sus ciudadanos, que no se ha querido que pasase desapercibida. Es también el 22º aniversario del mayor crimen cometido por ETA, dentro de Euskadi, contra una misma familia.

Era la mañana de un sábado, como este año, y en la esquina de la calle Legazpi con el Boulevard donostiarra, un artefacto explosivo, “con un sistema adhesivo de imán…, colocado sobre el techo del automóvil”, en palabras de la sentencia condenatoria de los asesinos, acabó con la vida del Excmo. Sr. Don Rafael Garrido Gil, General Gobernador Militar de Guipúzcoa, de su esposa, mi única hermana, Daniela Velasco Domínguez de Vidaurreta, y del hijo de ambos, mi sobrino Daniel Garrido Velasco, de 21 años. Diecisiete días después, de resultas de las gravísimas heridas sufridas en este atentado, moría la ciudadana portuguesa María José Teixeira Gonçalves. De los trece heridos, todavía Pilar, querida Pilar, vecina de Lasarte, lleva en su cuerpo las dolorosas e invalidantes consecuencias de aquel crimen.

Junto con el recuerdo, la exigencia –una vez más, a estas alturas-, como objetivo político prioritario, de una absoluta deslegitimación de la banda terrorista y de sus cómplices, su completa derrota con todos los instrumentos legales –y sólo con ellos-. A veces me dicen que se recuerda poco a estas víctimas de mi familia. Otras veces, en cambio, oigo todavía confesiones emocionantes de personas anónimas que recuerdan lo que se lloró por mis hermanos y sobrino.

A ellos y a todas y cada una de las víctimas de esta lacra que padecemos, un recuerdo cariñoso. Con piadosa emoción, en aquel otoño de 1986, recordé, en sentida elegía, la oración por la paz de San Francisco de Asís. Hoy termino con una cita consoladora de mis últimas lecturas: En Jesús “se hace presente el verdadero Dios, el Dios de las víctimas y de los crucificados, el Dios Amor, el Dios que sólo busca la vida y la dicha plena para todos sus hijos e hijas, empezando siempre por los crucificados” (José Antonio Pagola: “JESÚS. Aproximación histórica”.- PPC (7ª edición) Boadilla del Monte (Madrid), febrero 2008, pág. 460).

Silverio Velasco Domínguez de Vidaurreta.

7.11.07

Terrorismo y Justicia: más allá de un proceso penal



La acción de los poderes públicos puede ayudar sin duda a paliar sufrimientos personales. Su inacción sólo conlleva la perduración de las heridas.


Ante los efectos individuales que sufren las víctimas del terrorismo es imprescindible cerrar el ciclo de respuesta comunitaria siempre a través de la Justicia. Ésta puede ayudar a recolocar a la víctima en su condición perdida de ciudadano desde el momento en que fueron violentados sus derechos. Debemos recordar, aunque sea obvio, que la Justicia jamás podrá hacer absolutamente nada por los que han sido asesinados, de tal modo que el efecto judicial debe recaer entonces sobre los que sobreviven al acto terrorista: por un lado, los asesinos y sus cómplices; y, por otro, los heridos supervivientes y los familiares de los asesinados. La acción de los poderes públicos puede ayudar sin duda a paliar sufrimientos personales. Su inacción sólo conlleva la perduración de las heridas. En el duro recorrido de las víctimas de atentados terroristas, días como el de la lectura de la sentencia del 11-M adquieren una gran importancia.
Durante muchos años, las víctimas y familiares de asesinados por el terrorismo no se enteraban jamás de la celebración del juicio de los encausados por el delito que truncó sus vidas. La búsqueda de los sumarios en los archivos de la Audiencia Nacional, si se producía por la referencia de la víctima, era poco menos que imposible, porque aquellos estaban organizados a través de los detenidos y acusados. La víctima, incluso desde un aspecto puramente formal, pasaba a estar siempre en un segundo plano. Será preferible no recordar lo que ocurría con anterioridad a la promulgación de la Ley de Solidaridad con las víctimas de 1999, porque provocaría un sonrojo moral y democrático que ahora puede resultar sencillamente insoportable. En esa norma se facilita y se ampara, aunque sea parcialmente, el principio por el cual la Administración se comprometía a reparar lo reparable y reconocer lo irreparable.
La opinión de la mayoría de los ciudadanos acerca de estas injusticias humanas se vería clarificada si sintiéramos a los asesinados como nuestros y propios. Si efectuamos este pequeño ejercicio de introspección que nos permita llegar a acercarnos sólo un segundo a las posibles sensaciones de los hijos huérfanos, de las viudas o de los padres de hijos asesinados por el terrorismo, podremos entender el profundo valor que las víctimas otorgan a la Justicia. De todas las peticiones generales y sociales que las víctimas suelen reclamar con más fuerza -Memoria, Verdad, Dignidad, Justicia-, podemos observar que la petición de Justicia es la más generalizada, la más común a todo tipo de víctimas y sin la cual no se podrán hacer efectivas el resto de demandas a las que, además, engloba. La Justicia efectiva y concreta supone para todas las víctimas la herramienta a través de la cual pueden llegar a resituarse civilmente, recuperar su condición de ciudadanos como sujetos de derechos y emprender su recuperación personal.
La petición de Memoria resulta más difícil de concretar, y el umbral de percepción de la misma puede ser más subjetivo. Hasta en una misma familia hay quien desea recordar más y menos; hay quien desea hacerlo de manera más simbólica y quien, sin embargo, necesita referencias físicas más evidentes. Incluso todos ellos pueden no coincidir en el momento deseado para el recuerdo. Es posible, por lo tanto, que las Administraciones no acierten a gusto de todos en las formas de recordar y en cómo mantener viva la Memoria de las víctimas desaparecidas, pero, sin duda, será siempre peor la opción del olvido. Con todo, una Memoria sin Justicia por parte de los poderes públicos constituirá siempre el recuerdo de un pecado colectivo.
La petición de Dignidad también tiene un recorrido más subjetivo. Hay quien considera, yo entre ellos, que a muchos asesinados les llegaron a cercenar la vida, a arrebatarles de los suyos, a usurparles sus proyectos, pero nunca consiguieron alterar su dignidad. No podemos olvidar que esta petición actual que muchas agrupaciones de víctimas proclaman queda trasvasada a los supervivientes: heridos y familiares de asesinados. Si la respuesta del Estado no busca una Justicia plena y completa, reparadora para la víctima, punitiva para el victimario y preventiva para la sociedad, sería vacío hablar de Dignidad ante el fenómeno terrorista.
La Verdad reclamada por las víctimas se asienta en lo que los constructivistas definen como realidades de primer orden: "Una persona es asesinada y el asesino debe ser llevado ante la justicia". La víctima huye de lo que los constructivistas llaman realidades interpretativas o de segundo orden: "Una persona es asesinada porque existe un conflicto de origen no resuelto". Sin duda, la Justicia debe ceñirse a esa realidad no interpretativa y de primer orden, por la cual los hechos probados son filtrados por el compendio de leyes y códigos que entre todos nos hemos impuesto. La petición de Verdad también adquiere mayor dimensión si se une, desde el punto de vista de la Justicia, a la demanda de las víctimas para que las instancias internacionales consideren los actos de terrorismo como delitos de lesa humanidad y se posibilite así su no prescripción. De este modo, también la Verdad puede alcanzar a través de la Justicia un recorrido mucho mayor.
La Justicia ha sentenciado esta semana sobre los procesados tanto de los atentados del 11 de marzo de 2004 como del perpetrado por ETA en Vallecas el 11 de diciembre de 1995. Los veredictos se han redactado en relación a los hechos probados, y la resolución sobre éstos dará la medida de hasta dónde puede llegar la acción pública reparadora con la víctima y la acción retributiva con los victimarios encausados. Para que la verdad jurídica tenga el mayor alcance posible y se acerque lo más posible a la verdad de los hechos los resortes del Estado de Derecho deben trabajar siempre con la mayor diligencia, eficiencia y eficacia posibles. Entre todos hemos generado una estructura de Estado que, siendo fruto de la democracia, puede y debe ser constantemente mejorable.
Ante una resolución judicial cabe recurso, y su contenido puede suscitar opiniones, análisis y críticas. Pero el acatamiento es siempre reflejo de una sociedad madura. Puede que estos días se destaque más el malestar de algunas víctimas con la sentencia, aunque la acaten y al tiempo la puedan recurrir, pero lo verdaderamente peligroso es que simultáneamente algunos responsables de la Administración confirmen y manifiesten de antemano que no van a cumplir una determinada ley. Una vez más, las víctimas del terrorismo dando ejemplo de respuesta social y, en muchas ocasiones, de ejemplo incomprendido.

2.10.07

Carlos Herrera versus Ibarretxe: un contraste en el País Vasco


El jueves noche el periodista cantaba loas a España en San Sebastián. Horas después el lendakari lanzaba sus bravatas separadoras en Vitoria. Esperanza y delirio en pocas horas.
1 de octubre de 2007. Este jueves, el Colectivo de Víctimas del Terrorismo del País Vasco (Covite) premiaba a Carlos Herrera en San Sebastián por su cercanía y sensibilidad con las víctimas del terrorismo. A la mañana siguiente, en Vitoria, Ibarretxe anunciaba la reedición de su cacareado plan secesionista para el cual necesitará los votos de ETA en el Parlamento Vasco.

El jueves, Herrera cantó a las víctimas en la noche donostiarra; el viernes Ibarretxe rondó a ETA en la mañana vitoriana. Ante las víctimas Herrera defendió la legalidad y la bandera española, ante los verdugos Ibarretxe defendió la ilegalidad flagrante y el desafío a la democracia. Carlos fue el "fósforo" de la unidad y de España; el otro fue el forofo de la división y el fanatismo. Ante Regina Otaola, y las víctimas del separatismo, Herrera sin onda, en persona, dijo tragarse un pedazo de España. Ante las "verdugas" de EHAK, Ibarretxe dijo querer hacer de España, pedazos.

Quienes presenciamos ambos actos y escuchamos las dos melodías pasamos del placer a la irritación, de la confianza a la amenaza, del ambiente amistoso y solemne en torno a Herrera y a los mártires, al clima hostil y de solemnidad boba de un lendakari que reclama a voces el bastón de los sicarios para aprobar su órdago (ilegal e ilegítimo con mayoría y sin ella) en el Parlamento vasco. Solo María San Gil, barquera de la verdad, cantando a España, y defendiendo a los vascos de verdad, a los vascos enteros, nos hizo recordar la noche donostiarra con Herrera y los perseguidos por los órdagos de unos y de otros nacionalistas.

En ese juego maldito de "o gano o rompo la baraja", de "susto o muerte", de "o me das la razón o me la doy yo solito", palabras –casi poesías- como las de Herrera en Guipúzcoa son una ventolera de esperanza y de aire fresco. Y no hay error en ellas; ese pedazo de España que Carlos Herrera se tragó en San Sebastián será el paredón vasco contra el que Ibarretxe verá una y otra vez rebotar su manotada arisca, su gesto desafiante, su mentira y su delirio.
Santiago Abascal Conde, Parlamentario Vasco por el Partido Popular.

23.4.07

No estaremos en el Euskalduna



El Lehendakari de todos los vascos y vascas empezaría a tener alguna credibilidad si en el Euskalduna pidiera perdón en nombre del militante de su partido que hirió con villanía a Antonio Aguirre, militante del Foro Ermua. Lejos de esta mínima acción de desagravio su partido ha intentado culpabilizar a la víctima, justificar la agresión e inventarse una realidad que quedó grabada en video y que cualquier observador mínimamente cabal describiría como el ataque de una mayoría fanatizada que insultaba, amenazaba y humillaba a una minoría que gritaba libertad en defensa de sus derechos constitucionales básicos. Esta escena, una más, del mundo al revés, sintetiza a la perfección uno de los dramas de fondo del País Vasco: la arrogancia y la falta de escrúpulos de los que se creen amos del terruño y la indefensión de los que no se callan y dedican su tiempo a luchar por sus derechos de ciudadanía.

El ejemplo puede extrapolarse a cientos de situaciones que Covite registra cotidianamente, algunas públicas, otras no. Actuaciones, declaraciones, acciones y omisiones de las instituciones vascas y de la acción o inacción de las distintas consejerías y ayuntamientos lideradas por el régimen nacionalista o las entidades por ellos tuteladas. Hechos objetivos que objetivamente humillan a las víctimas y que tienen que ver con la permisividad y la impunidad con la que el mundo que engendra y cobija el terrorismo en Euskadi se reproduce y se asienta.

Covite ha declinado asistir al acto dedicado a las víctimas del terrorismo que se celebrará en el Palacio Euskalduna el próximo 22 de Abril y que presidirá el Lehendakari Sr. Ibarretxe. Es cierto que es la primera vez en treinta años que el Gobierno Vasco organiza un acto anunciado como de homenaje a las víctimas. Es igualmente verdad que la realización de dicha iniciativa emana de la proposición no de Ley aprobada por unanimidad en el Parlamento Vasco el 25 de Junio de 2003, entre otras.

El papel de las víctimas ha evolucionado. Éste ya no es ignorado ni marginado, cuando no eliminado del debate y la acción política. Hemos ganado en reconocimiento y en protagonismo a pesar de las campañas de desprestigio, a fuerza de mucho esfuerzo, siendo pioneras en el trabajo por la Memoria y la Justicia, y también, y especialmente desde Euskadi en la Verdad de la defensa de un relato deslegitimador del terrorismo, reto aún pendiente por el que poco o nada hacen quienes nos gobiernan desde hace tantos años.

El Gobierno Vasco se ha declarado claramente en contra del Pacto Antiterrorista y por las Libertades, de la Ley de Partidos, de las reformas legislativas del Código Penal, de la Audiencia Nacional, de las medidas europeas más importante para derrotar al terrorismo. El Gobierno Vasco está nítidamente a favor del diálogo-negociación política, de la mesa extraparlamentaria de Partidos para la reforma estatutaria, de los beneficios penitenciarios a terroristas incluida la excarcelación. Una definición del problema, una acción política e institucional y una estrategia absolutamente contraria a los intereses de Covite.

Es imposible contentar a las víctimas y a los verdugos a la vez. No es aceptable reunirse a la mañana con ETA, con el Sr. Otegi, o anunciar que se seguirá haciendo, y homenajear a las víctimas por la tarde. Es inaceptable el perdón social que nos ofrece el Lehendakari porque nosotras, las víctimas de Covite, somos ciudadanos vascos, ¿nos tendremos que pedir perdón a nosotras mismas?

El homenaje es un acto de maquillaje, con tintes de oportunismo electoral, mal planeado porque no ha concitado apoyos suficientes, superficial por puntual y sin contenido. ¿Qué pasará el 23 de Abril? Desgraciadamente seguiremos con esta política de confusionismo y ambigüedad interesada.

La proposición no de Ley aprobada por unanimidad en el Parlamento Vasco el 25 de Junio de 2003 ha quedado en papel mojado. Las medidas de mayor calado que obedecen a una regeneración pedagógica, a que las reivindicaciones y el testimonio de las víctimas y su experiencia se integre en los centros educativos ha sido ignorada por “abrupta”. Las medidas que se propusieron tomar para que los medios públicos acogieran y dieran protagonismo a las víctimas y en su defensa neutralizaran los mensajes de apología del terrorismo han caído en saco roto. ¿Qué decir del punto 7?: “El Parlamento Vasco insta a todas la administraciones públicas a la eliminación de pintadas, carteles y a la prohibición de cualquier acto público que atente contra la memoria de las víctimas o que hiera la dignidad de las personas o atente contra sus derechos cívicos.

A fecha de hoy, casi cuatro años después, no se ha instalado la escultura prometida en el Parlamento Vasco en recuerdo de las víctimas, no se ha apoyado a las asociaciones en el acompañamiento a juicios en la Audiencia Nacional, no se ha promovido la reserva porcentual en las ofertas públicas de empleo, no ha salido adelante la prometida Ley de Solidaridad, no se ha regulado ninguna medida de apoyo a los miles de vascos que se han desplazado por amenazas terroristas.

Covite piensa que la jornada de homenaje debería ser una consecuencia de un cambio auténtico de rumbo por parte del Gobierno Vasco en sus políticas en contra del terrorismo, en la búsqueda de una justicia integral y por lo tanto a favor de las víctimas. Esperamos que llegue el día en que un Lehendakari asuma la responsabilidad institucional de pedir perdón por tantas dejaciones y cesiones respecto al terrorismo y tantas humillaciones para las víctimas.


Cristina Cuesta Gorostidi, miembro portavoz de COVITE, Colectivo de Víctimas del Terrorismo

7.3.07

Víctimas del terrorismo: dolor social y recetas privadas



Estamos observando cada vez más el grado de molestia que en determinadas conciencias produce la lucha que otros hacen por determinadas causas y por ciertos derechos de ciudadanía. Las víctimas del terrorismo, supervivientes de atentados y familiares de asesinados, están comprobando en los últimos tiempos su aparición en una dimensión pública que anteriormente permanecía oculta. A partir de ese momento han sentido con nitidez por parte de algunos esa condición de convidado molesto.

Durante muchos años ha existido un buen número de generaciones que sufrieron y vivieron las consecuencias de la violencia terrorista en un terreno exclusivamente privado. Víctimas anónimas, ocultas y ocultadas. Tanto era así que, como todos sabemos, los entierros se hacían casi clandestinamente, muchos funerales rayaban el patetismo, el arropamiento y el apoyo por parte de lo público prácticamente no existía, las informaciones sobre los asesinatos eran mínimas y las excarcelaciones de los presos eran silenciosas en los grandes medios de comunicación aunque sonoras en las plazas de los pueblos del País Vasco. Las cosas han ido cambiando y todos los ciudadanos, también las víctimas, han ido creciendo en paralelo a la profundidad de la democracia y al desarrollo de un estado moderno y más abierto.

Hoy en día existe un gran número de víctimas del terrorismo que siguen sobreviviendo con enormes dificultades a su inmenso dolor; un dolor que en un principio era únicamente privado. Son víctimas que durante muchos años de travesía personal y solitaria han convivido con ese daño agudo y profundo sin responder jamás con odio, con venganza o con justicia privada. Buena parte de ellas, principalmente mujeres, han inculcado a los suyos y a los que les siguen unos principios de convivencia fundamentados en el respeto y en la capacidad de convivencia. Nunca nuestra democracia podrá agradecer suficientemente a todas las víctimas del terrorismo esta respuesta siempre ajustada a derecho.

En este proceso inevitable de dolor que discurre en todas y cada una de las vidas de las víctimas hay un momento, habitualmente tardío, en el que suele aparecer en ellas como respuesta psicológica general un intento de socializar lo sucedido con un deseo profundo de justicia. Se destapan en esos momentos con gran nitidez nuevas dimensiones, antes ocultas, como es la lucha por los derechos de la víctima como ciudadano; como un ciudadano cualquiera que exige sus derechos. En ocasiones y en estos mismos momentos las víctimas individuales tienden a asociarse y a compartir objetivos comunes, sociales y de carácter más amplio.

Ahora estamos observando cómo en determinadas conciencias empieza a aflorar la sensación de molestia que provocan las víctimas ya que dichas conciencias parecen querer obviar la dimensión social del terrorismo. Algunos prefieren tratarlo exclusivamente y en todo momento desde el ámbito privado. Esta lógica parece seguir la siguiente consideración: ante el dolor privado e individual la respuesta y la atención de la administración y de la comunidad debe ser privada y personal. También desde esta concepción, la dimensión social de la víctima debe ser aminorada y seguramente sea así porque esta dimensión es precisamente la que realmente molesta. Estas personas caen en el error de sólo querer ver “dolor privado” en determinadas fases en las que la víctima expresa nítida y explícitamente un “dolor social”. Y en este caso las recetas de la administración no deberían ser las mismas. Ante el dolor social reflejado por las víctimas del terrorismo no sirve la cápsula privada de atención. Ante este dolor social específico no cabe la cura privada y tampoco cabe que el tratamiento del mismo se intente asimilar al producido en accidentes fortuitos o en catástrofes naturales.

Actualmente comprobamos también la existencia de ataques verbales inmediatos ante las referencias y apariciones públicas de cualquier víctima del terrorismo. Dichos ataques se producen normalmente por el carácter público de dichas apariciones y no tanto por sus contenidos. Este ha sido el caso reciente de Toñi Santiago y antes lo fue el de Pilar Ruiz. Normalmente estos ataques de superficie y que intentan ser devastadores, discurren siempre con la repetida idea de que la víctima está manipulada, sea ésta ama de casa, universitaria, empresaria, funcionaria o mediopensionista. En definitiva, existen en algunos sectores, determinadas concepciones de la realidad que parecen añorar o preferir, ante este dolor social y actual que reflejan muchas víctimas, los remedios del pasado de carácter privado: entierros clandestinos, olvido, excarcelaciones silenciosas, ocultación de la víctima y burbuja aislada de protección ante la sociedad. Recetas caducas para nuevas realidades.


* Ángel Altuna es psicólogo y miembro de COVITE

28.2.07

Víctimas de nuevo

El 11 de marzo de 2004 todos los ciudadanos vimos tambalearse los fundamentos de nuestra existencia personal y colectiva. Sentimos en el dolor de las víctimas nuestros miedos más profundos y primarios, y reconocimos, esta vez hasta el extremo, las más horribles capacidades de la condición humana para poder generar exterminio, dolor y sufrimiento. Quizá transcurridos tres años podamos hacer una labor de introspección y comprobar que sentimos un cierto vértigo al contemplarnos a nosotros mismos realizando diferentes análisis sociopolíticos sobre lo ocurrido, siempre desde una posición supuestamente 'objetiva' como simples observadores externos. Incluso nos atrevemos a dar explicaciones acerca de las causas últimas del atentado, convirtiéndonos así en expertos historicistas. Todo este proceso de intelectualización viene irremediablemente acompañado de la capacidad de alejarnos, casi sin darnos cuenta, de los efectos producidos. Y, en consecuencia, de las víctimas.
Tras el golpe atroz del atentado, el inestimable arropamiento emocional y la asistencia humana a los supervivientes y a los familiares de los fallecidos posibilitaron en algunos casos que las destrozadas referencias psicológicas pudieran reconstruirse desde un basamento más sólido. Frente al terror, la infamia brutal y la deshumanización, algunas víctimas encontraron en aquellos primeros momentos el calor del desconocido, del profesional sanitario, del voluntario, del funcionario que le ayudó, del vecino que le abrazaba, del minuto de silencio en un estadio. Todo esto significó mucho, pero, paradójicamente, también poco.
Las víctimas afirman hoy que aquel colchón inicial ofrecido por la comunidad supuso un primer paso inestimable, pero a la vez insuficiente, para encarar las sucesivas etapas que les ha tocado vivir y sufrir: la realidad insondable de la ausencia, la soledad más solitaria, las incapacidades adquiridas, la rabia y el resentimiento, la propia culpabilización del superviviente y lo que podríamos definir como una 'deconstrucción forzada'; es decir, lo que antes constituía el eje central de la existencia personal y ya no lo es.
En todo ese proceso posterior que afronta la víctima, el componente social resulta fundamental. Incluyo en lo social el apoyo de la Administración, el tratamiento de los medios de comunicación y la actuación de la Justicia. La víctima superviviente y el familiar del asesinado se sitúan indeseadamente desde entonces en un desagradable escenario, como es el terrorismo, sobre el que todo el mundo opina, discute y parece tener una explicación.
Ahora que arranca el juicio, la rememoración de las vivencias sufridas va a suponer un impacto emocional inevitable. Y es en este momento cuando se pondrán en juego las capacidades y los recursos actuales con que cuentan los afectados. Habrá personas que quizá tuvieran una mayor vulnerabilidad previa ante posibles situaciones traumáticas. Habrá otras a las que el apoyo recibido no les haya hecho recuperar todavía eventos y objetivos vitales positivos. También las habrá que, ante el trance judicial, hagan frente a estos duros momentos de una manera ejemplarizante por lo sobrehumano. Se producirán respuestas psicológicas tan distintas como personas afectadas existen. Incluso en una misma unidad familiar habrá quien desee estar absolutamente informado; quien se duela ante cualquier referencia y opte por desconectarse; quien procure transmitir sensaciones y desahogos de forma explícita y pública; y quien prefiera digerir los pensamientos y vivencias privadamente.
Estas víctimas específicas de 'macroatentados colectivos' corren el peligro de que su historia personal quede solapada y diluida por el gran número de damnificados o por la reducción de todo lo sucedido a una pequeña sigla: 11-M. Muchos de los que van a rodear en el futuro al superviviente o al familiar tendrán a su vez a un conocido, o a un conocido de un conocido, que también sufrió los efectos del golpe de una o de otra manera. En otras ocasiones, las reacciones del entorno pueden provocar una desviación de lo sufrido como algo más cercano a una catástrofe natural no intencionada que a un atentado terrorista, lo que puede debilitar la transmisión de las terribles vivencias personales.
Ante el hecho indudable de que la verdadera 'cojera vital' sólo la van a sufrir los propios afectados y los familiares más directos, quienes les acompañen pueden dar por sobreentendido y, por lo tanto no vivenciado, el dolor real de la víctima. Es, pues, imprescindible que se continúe personalizando a cada afectado en la divulgación de la información, en la atención social, en las ayudas comunitarias y en las tramitaciones administrativas. Y los medios deben seguir intentando humanizar y dar nombre a cada uno de los 192 asesinados.
Los factores psicológicos previos situarán a cada superviviente y familiar en una tesitura determinada, mientras el transcurso del tiempo va jugando sus bazas; muchas veces para bien y otras no tanto. Es cierto que la vivencia de un superviviente herido difiere de la del viudo, ésta será diferente a la vivencia del hijo y ésta, a su vez, a la de una madre. Todos ellos discurrirán, irremediablemente aunque con muchas dificultades, por otras etapas de 'reconstrucción' en la que puedan llegar a recuperar metas vitales, socialicen lo ocurrido y logren luchar si lo desean por la Justicia y la búsqueda de la verdad.
Verdad reparadora
Esta verdad, aunque produzca dolor momentáneo, tiene por norma general un efecto reparador en la víctima, como también las acciones policiales y judiciales ajustadas a Derecho. En la mano de todos está que el doloroso proceso de los damnificados hacia una nueva vida, que ya nunca será la misma, pueda ser un poco mejor. Las instancias judiciales deben tenerlo en cuenta. Las víctimas saben que nunca habrá proporcionalidad entre el daño recibido y la condena y el resarcimiento.
Magistrados de la Audiencia Nacional han sido conscientes, y se han hecho eco incluso en público, de que muchos de los procedimientos judiciales victimizan aún más a las víctimas; lo que los expertos han denominado 'doble victimación'. Cuidado con ello. Las víctimas delegan siempre en el Estado su pleito con los asesinos, a través de los tribunales. Nunca el Estado podrá hacer dejación de este contrato social que le obliga a administrar estos pleitos y a velar por sus consecuencias. Por ello, seamos ciudadanos absolutamente vigilantes ante la actuación judicial, seamos exigentes con los procedimientos; la gravedad de los hechos lo merecen. Y tampoco confundamos las peticiones de Justicia y las posiciones de firmeza de las víctimas con la venganza; es un insulto que nos vuelve a victimizar doblemente.
En definitiva, caigamos en la cuenta de que nunca nuestra democracia podrá agradecer del todo la respuesta ajustada a Derecho de todas y cada una de las víctimas del terrorismo en este país durante casi cuarenta años. También en estos momentos conviene no olvidarlo.

Ángel Altuna Urcelay, Psicólogo y víctima del terrorismo.


2.2.07

Ponencia de Cristina Cuesta en el seminario "La memoria de las Víctimas del terrorismo" en Burgos



LA MEMORIA DE LAS VICTIMAS DEL TERRORISMO

Dicen que los peces sólo pueden recordar lo que han vivido dos horas antes, todo recuerdo más allá de ese tiempo es imposible. Sabemos que la memoria también es inventada, selectiva, discriminativa y que si fuéramos capaces de recordar todo lo que nos ha sucedido enloqueceríamos. Sobrevivimos porque somos capaces de olvidar. Y olvidar hasta los afectos más cercanos es una de las enfermedades más crueles que podemos padecer. La memoria es parte del olvido y el olvido de la memoria como el día y la noche no se entiende el uno sin la otra, la otra sin el uno.

Cada ser humano adorna, matiza, recubre, elimina acontecimientos, hechos, sentimientos, palabras, imágenes de sus recuerdos. Jamás dos personas tienen los mismos recuerdos ante la misma situación. Hay recuerdos de luz y de oscuridad, recuerdos que luchan por ser olvidados y olvidos que nos gustaría recuperar. Interpretamos, explicamos y justificamos nuestra memoria, una y otra vez. Los recuerdos nos acompañan como una segunda piel, como si fueran capas de cebolla. Un olor, una voz, una imagen puede llevarnos por los caminos mágicos y absolutamente reales de la memoria.

Las víctimas del terrorismo no reclamamos esta memoria. Trabajamos y nos responsabilizamos por la Memoria política y ética. Las víctimas del terrorismo tenemos recuerdos, tenemos memoria, faltaría más, somos humanos. Tenemos los recuerdos normales de todo ser racional y sensible y algunos otros, muchos otros, clavados a sangre y fuego, a miedo y odio, elementos que forman parte de nuestra historia de dolor que en tantas ocasiones nos cuesta tanto recomponer. En eso nos diferenciamos de otros ciudadanos que no han sido víctimas del terrorismo. En que nuestros recuerdos más terribles son de terror. De un terror asesino, despiadado, injustificado y siempre negro. Hemos atravesado sin buscarlo ni provocarlo, desde nuestra total y absoluta inocencia, por las experiencias más brutales que puede sufrir un ser humano: el asesinato, el secuestro, la mutilación, la intimidación continuada, la humillación, la extorsión, el robo de nuestra libertad y de nuestra seguridad. Y además el oprobio y el insulto de las justificaciones, explicaciones, apologías continuadas. No sólo nos matan o nos secuestran, es que además se enorgullecen de ello.


Las víctimas del terrorismo en el País Vasco, además, convivimos con miles de personas que apoyan, legitiman, exaltan a ETA, terroristas ideológicos y morales que son nuestros vecinos, compañeros de trabajo, funcionarios, a veces incluso nuestros familiares. Y convivimos también con aquellos que criticando los medios terroristas siguen amparando, dando cobijo político, no actuando con firmeza ni repudiando a los que nos matan y a sus amigos. Más o menos la mitad de la población en el País Vasco ( no es un dato contrastado científicamente sino una intuición personal contrastada en el día a día) está enferma de fanatismo en diverso grado, el fanatismo civilizado que permite el poder, el control social, el estatus de ciudadano de primera, es decir el del nacionalismo gobernante del PNV y EA y el fanatismo macarra y mafioso que hace el trabajo más sucio de ETA BATASUNA. La otra mitad de la población vasca, salvo honrosísimas excepciones, unas pocas miles de excepciones, ha mirado para otro lado, ha lavado sus vergüenzas con sumisión, ha callado ante la injusticia y ha abandonado a las víctimas del terrorismo a su suerte. Este el problema. El totalitarismo de unos y la apatía conformista de otros que ha impedido el vuelco electoral, que entre aire fresco y se produzca de verdad un cambio.

En el País Vasco viven miles de personas marginadas, insultadas, revictimizadas, acalladas por un entorno mafioso, son defensores del constitucionalismo que viven sin libertad y sin amparo y que han sobrevivido gracias a su esfuerzo y su sacrifico y han mantenido una farsa de democracia en la que hasta la fecha sólo ha ganado el nacionalismo en el poder, el régimen instaurando con mucho cinismo, mucho engaño y mucha subvención. Por no hablar, como es mi situación personal de los que nos hemos visto obligados a abandonar nuestra tierra, por hastío y por no soportar vivir escoltados y cruzarnos con Consejeros del Gobierno Vasco que viven tan ricamente, en su libertad sectaria y que encima te miran con desprecio considerándote enemiga de lo vasco. Porque, claro está ellos tienen el monopolio de lo vasco, el pedigrí del buen vasco, obediente a Sabino Arana.

Es un verdadero milagro, no reconocido y cada vez menos prestigiado, que hayamos podido mantener la Memoria, que no hayamos tirado la toalla, que no hayan podido con todos nosotros. Somos la Memoria de los hechos terroristas, la Memoria de que ha habido terrorismo, esclarecido y sin esclarecer, de las culpabilidades y responsabilidades penales de los criminales pero también de las institucionales, políticas, sociales. Recordamos a nuestros muertos y nuestros heridos para humanizar a las víctimas y deshumanizar a los verdugos. Para recordar que primero, como ciudadanos y segundo como víctimas, tenemos el derecho y la obligación de hablar alto y claro, de opinar sobre los temas que tanto tienen que ver con aquello que nos destrozó la vida. Recordamos verdades universales que benefician incluso a los terroristas que siempre se han beneficiado de un sistema de libertades, el que se quieren cargar para instaurar de forma definitiva su tiranía. Estas verdades como puños son: la defensa de la dignidad humana, de la libertad, sin la cual no hay ciudadanía, el pluralismo político, la tolerancia política sobre la base de la aceptación de las reglas de la democracia. La Memoria continua, constructiva y profunda de las víctimas nos enseña que la exclusión, el sectarismo ideológico, la imposición, la utilización del terror, el chantaje permanente son inadmisibles y que no tienen justificación alguna.

La Memoria de las víctimas nos hace estar alerta, defender la evidencia de quien son los demócratas y quien los totalitarios, quienes están con la Justicia y a ella apelan y quienes se ríen del poder y sus instituciones. La Memoria de las víctimas es política porque política es nuestra causa, la causa de la Democracia contra el oscurantismo y el fanatismo sin escrúpulos, aprovechado y falsario. La Memoria de las víctimas españolas y vascas nos reconforta por su entereza, su dignidad, su prestigio y su talante pionero, nos hace infinitamente mejores que los terroristas y no da tranquilidad de ánimo porque, aunque sabemos que la maldad existe, el Bien también, siempre en lucha eterna.

La Memoria nos recuerda que no podemos ni ceder, ni rendir ni claudicar. Nada. Ni territorios, ni pactos políticos democráticos, ni la aplicación de la propia Justicia, de lo contrario el sufrimiento de tantos miles de ciudadanos habría tenido sentido, hubiera sido rentable. Y si es rentable matar y torturar sólo nos queda la huida o la guerra. El olvido y la impunidad. La Memoria de las víctimas nos enseña que las víctimas ya hemos sido infinitamente generosas: no respondiendo con la misma moneda, aguantando la indefensión en tantas ocasiones de una Justicia injusta en tantos casos. La Memoria nos dice que llevamos más de cuarenta años de terror y que debemos aprender de nuestros errores. Sabemos ya que ETA es insaciable y que siempre ha trucado su posible final manteniéndose en su fanatismo chantajista.

Es muy duro soportar que la palabra más repetida por el Presidente del Gobierno sea la de Diálogo. ¿Qué diálogo? La Memoria nos repite que ETA no ha dialogado nunca, ha sembrado el terror y el horror. Sólo nos cabe la unidad, la resistencia, la firmeza democrática pero sobre la base de unos principios, una legalidad, una praxis, que nos conduzcan a la derrota militar, política, social y personal del terrorismo y de los terroristas. Abandono definitivo del terrorismo en todas sus formas criminales, cumplimiento de las deudas pendientes con la Justicia, reconocimiento del daño causado, aplicación de la ley de partidos hasta que la ETA política y social no reniegue de haber sido soporte y sostén de su actividad delictiva. Que los obispos vascos vayan a las cárceles a organizar cursillos de arrepentimiento. Que el Lehendakari ordene borrar todas y cada una de las pintadas pro ETA en el País Vasco, prohíba los homenajes a etarras, defienda de verdad a los constitucionalistas, saque a la población vasca defendiendo a la Audiencia Nacional. Que nuestro Presidente del Gobierno vuelva al Pacto por las Libertades y ponga a las víctimas en el lugar que nos corresponde, este es el único camino. El camino de la Memoria, de la Verdad y de la Justicia.


Muchas gracias.