Carlos Herrera versus Ibarretxe: un contraste en el País Vasco
El jueves noche el periodista cantaba loas a España en San Sebastián. Horas después el lendakari lanzaba sus bravatas separadoras en Vitoria. Esperanza y delirio en pocas horas.
1 de octubre de 2007. Este jueves, el Colectivo de Víctimas del Terrorismo del País Vasco (Covite) premiaba a Carlos Herrera en San Sebastián por su cercanía y sensibilidad con las víctimas del terrorismo. A la mañana siguiente, en Vitoria, Ibarretxe anunciaba la reedición de su cacareado plan secesionista para el cual necesitará los votos de ETA en el Parlamento Vasco.
El jueves, Herrera cantó a las víctimas en la noche donostiarra; el viernes Ibarretxe rondó a ETA en la mañana vitoriana. Ante las víctimas Herrera defendió la legalidad y la bandera española, ante los verdugos Ibarretxe defendió la ilegalidad flagrante y el desafío a la democracia. Carlos fue el "fósforo" de la unidad y de España; el otro fue el forofo de la división y el fanatismo. Ante Regina Otaola, y las víctimas del separatismo, Herrera sin onda, en persona, dijo tragarse un pedazo de España. Ante las "verdugas" de EHAK, Ibarretxe dijo querer hacer de España, pedazos.
Quienes presenciamos ambos actos y escuchamos las dos melodías pasamos del placer a la irritación, de la confianza a la amenaza, del ambiente amistoso y solemne en torno a Herrera y a los mártires, al clima hostil y de solemnidad boba de un lendakari que reclama a voces el bastón de los sicarios para aprobar su órdago (ilegal e ilegítimo con mayoría y sin ella) en el Parlamento vasco. Solo María San Gil, barquera de la verdad, cantando a España, y defendiendo a los vascos de verdad, a los vascos enteros, nos hizo recordar la noche donostiarra con Herrera y los perseguidos por los órdagos de unos y de otros nacionalistas.
En ese juego maldito de "o gano o rompo la baraja", de "susto o muerte", de "o me das la razón o me la doy yo solito", palabras –casi poesías- como las de Herrera en Guipúzcoa son una ventolera de esperanza y de aire fresco. Y no hay error en ellas; ese pedazo de España que Carlos Herrera se tragó en San Sebastián será el paredón vasco contra el que Ibarretxe verá una y otra vez rebotar su manotada arisca, su gesto desafiante, su mentira y su delirio.
El jueves, Herrera cantó a las víctimas en la noche donostiarra; el viernes Ibarretxe rondó a ETA en la mañana vitoriana. Ante las víctimas Herrera defendió la legalidad y la bandera española, ante los verdugos Ibarretxe defendió la ilegalidad flagrante y el desafío a la democracia. Carlos fue el "fósforo" de la unidad y de España; el otro fue el forofo de la división y el fanatismo. Ante Regina Otaola, y las víctimas del separatismo, Herrera sin onda, en persona, dijo tragarse un pedazo de España. Ante las "verdugas" de EHAK, Ibarretxe dijo querer hacer de España, pedazos.
Quienes presenciamos ambos actos y escuchamos las dos melodías pasamos del placer a la irritación, de la confianza a la amenaza, del ambiente amistoso y solemne en torno a Herrera y a los mártires, al clima hostil y de solemnidad boba de un lendakari que reclama a voces el bastón de los sicarios para aprobar su órdago (ilegal e ilegítimo con mayoría y sin ella) en el Parlamento vasco. Solo María San Gil, barquera de la verdad, cantando a España, y defendiendo a los vascos de verdad, a los vascos enteros, nos hizo recordar la noche donostiarra con Herrera y los perseguidos por los órdagos de unos y de otros nacionalistas.
En ese juego maldito de "o gano o rompo la baraja", de "susto o muerte", de "o me das la razón o me la doy yo solito", palabras –casi poesías- como las de Herrera en Guipúzcoa son una ventolera de esperanza y de aire fresco. Y no hay error en ellas; ese pedazo de España que Carlos Herrera se tragó en San Sebastián será el paredón vasco contra el que Ibarretxe verá una y otra vez rebotar su manotada arisca, su gesto desafiante, su mentira y su delirio.
Santiago Abascal Conde, Parlamentario Vasco por el Partido Popular.
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