ARTÍCULOS DE OPINIÓN

2.2.07

Ponencia de Cristina Cuesta en el seminario "La memoria de las Víctimas del terrorismo" en Burgos



LA MEMORIA DE LAS VICTIMAS DEL TERRORISMO

Dicen que los peces sólo pueden recordar lo que han vivido dos horas antes, todo recuerdo más allá de ese tiempo es imposible. Sabemos que la memoria también es inventada, selectiva, discriminativa y que si fuéramos capaces de recordar todo lo que nos ha sucedido enloqueceríamos. Sobrevivimos porque somos capaces de olvidar. Y olvidar hasta los afectos más cercanos es una de las enfermedades más crueles que podemos padecer. La memoria es parte del olvido y el olvido de la memoria como el día y la noche no se entiende el uno sin la otra, la otra sin el uno.

Cada ser humano adorna, matiza, recubre, elimina acontecimientos, hechos, sentimientos, palabras, imágenes de sus recuerdos. Jamás dos personas tienen los mismos recuerdos ante la misma situación. Hay recuerdos de luz y de oscuridad, recuerdos que luchan por ser olvidados y olvidos que nos gustaría recuperar. Interpretamos, explicamos y justificamos nuestra memoria, una y otra vez. Los recuerdos nos acompañan como una segunda piel, como si fueran capas de cebolla. Un olor, una voz, una imagen puede llevarnos por los caminos mágicos y absolutamente reales de la memoria.

Las víctimas del terrorismo no reclamamos esta memoria. Trabajamos y nos responsabilizamos por la Memoria política y ética. Las víctimas del terrorismo tenemos recuerdos, tenemos memoria, faltaría más, somos humanos. Tenemos los recuerdos normales de todo ser racional y sensible y algunos otros, muchos otros, clavados a sangre y fuego, a miedo y odio, elementos que forman parte de nuestra historia de dolor que en tantas ocasiones nos cuesta tanto recomponer. En eso nos diferenciamos de otros ciudadanos que no han sido víctimas del terrorismo. En que nuestros recuerdos más terribles son de terror. De un terror asesino, despiadado, injustificado y siempre negro. Hemos atravesado sin buscarlo ni provocarlo, desde nuestra total y absoluta inocencia, por las experiencias más brutales que puede sufrir un ser humano: el asesinato, el secuestro, la mutilación, la intimidación continuada, la humillación, la extorsión, el robo de nuestra libertad y de nuestra seguridad. Y además el oprobio y el insulto de las justificaciones, explicaciones, apologías continuadas. No sólo nos matan o nos secuestran, es que además se enorgullecen de ello.


Las víctimas del terrorismo en el País Vasco, además, convivimos con miles de personas que apoyan, legitiman, exaltan a ETA, terroristas ideológicos y morales que son nuestros vecinos, compañeros de trabajo, funcionarios, a veces incluso nuestros familiares. Y convivimos también con aquellos que criticando los medios terroristas siguen amparando, dando cobijo político, no actuando con firmeza ni repudiando a los que nos matan y a sus amigos. Más o menos la mitad de la población en el País Vasco ( no es un dato contrastado científicamente sino una intuición personal contrastada en el día a día) está enferma de fanatismo en diverso grado, el fanatismo civilizado que permite el poder, el control social, el estatus de ciudadano de primera, es decir el del nacionalismo gobernante del PNV y EA y el fanatismo macarra y mafioso que hace el trabajo más sucio de ETA BATASUNA. La otra mitad de la población vasca, salvo honrosísimas excepciones, unas pocas miles de excepciones, ha mirado para otro lado, ha lavado sus vergüenzas con sumisión, ha callado ante la injusticia y ha abandonado a las víctimas del terrorismo a su suerte. Este el problema. El totalitarismo de unos y la apatía conformista de otros que ha impedido el vuelco electoral, que entre aire fresco y se produzca de verdad un cambio.

En el País Vasco viven miles de personas marginadas, insultadas, revictimizadas, acalladas por un entorno mafioso, son defensores del constitucionalismo que viven sin libertad y sin amparo y que han sobrevivido gracias a su esfuerzo y su sacrifico y han mantenido una farsa de democracia en la que hasta la fecha sólo ha ganado el nacionalismo en el poder, el régimen instaurando con mucho cinismo, mucho engaño y mucha subvención. Por no hablar, como es mi situación personal de los que nos hemos visto obligados a abandonar nuestra tierra, por hastío y por no soportar vivir escoltados y cruzarnos con Consejeros del Gobierno Vasco que viven tan ricamente, en su libertad sectaria y que encima te miran con desprecio considerándote enemiga de lo vasco. Porque, claro está ellos tienen el monopolio de lo vasco, el pedigrí del buen vasco, obediente a Sabino Arana.

Es un verdadero milagro, no reconocido y cada vez menos prestigiado, que hayamos podido mantener la Memoria, que no hayamos tirado la toalla, que no hayan podido con todos nosotros. Somos la Memoria de los hechos terroristas, la Memoria de que ha habido terrorismo, esclarecido y sin esclarecer, de las culpabilidades y responsabilidades penales de los criminales pero también de las institucionales, políticas, sociales. Recordamos a nuestros muertos y nuestros heridos para humanizar a las víctimas y deshumanizar a los verdugos. Para recordar que primero, como ciudadanos y segundo como víctimas, tenemos el derecho y la obligación de hablar alto y claro, de opinar sobre los temas que tanto tienen que ver con aquello que nos destrozó la vida. Recordamos verdades universales que benefician incluso a los terroristas que siempre se han beneficiado de un sistema de libertades, el que se quieren cargar para instaurar de forma definitiva su tiranía. Estas verdades como puños son: la defensa de la dignidad humana, de la libertad, sin la cual no hay ciudadanía, el pluralismo político, la tolerancia política sobre la base de la aceptación de las reglas de la democracia. La Memoria continua, constructiva y profunda de las víctimas nos enseña que la exclusión, el sectarismo ideológico, la imposición, la utilización del terror, el chantaje permanente son inadmisibles y que no tienen justificación alguna.

La Memoria de las víctimas nos hace estar alerta, defender la evidencia de quien son los demócratas y quien los totalitarios, quienes están con la Justicia y a ella apelan y quienes se ríen del poder y sus instituciones. La Memoria de las víctimas es política porque política es nuestra causa, la causa de la Democracia contra el oscurantismo y el fanatismo sin escrúpulos, aprovechado y falsario. La Memoria de las víctimas españolas y vascas nos reconforta por su entereza, su dignidad, su prestigio y su talante pionero, nos hace infinitamente mejores que los terroristas y no da tranquilidad de ánimo porque, aunque sabemos que la maldad existe, el Bien también, siempre en lucha eterna.

La Memoria nos recuerda que no podemos ni ceder, ni rendir ni claudicar. Nada. Ni territorios, ni pactos políticos democráticos, ni la aplicación de la propia Justicia, de lo contrario el sufrimiento de tantos miles de ciudadanos habría tenido sentido, hubiera sido rentable. Y si es rentable matar y torturar sólo nos queda la huida o la guerra. El olvido y la impunidad. La Memoria de las víctimas nos enseña que las víctimas ya hemos sido infinitamente generosas: no respondiendo con la misma moneda, aguantando la indefensión en tantas ocasiones de una Justicia injusta en tantos casos. La Memoria nos dice que llevamos más de cuarenta años de terror y que debemos aprender de nuestros errores. Sabemos ya que ETA es insaciable y que siempre ha trucado su posible final manteniéndose en su fanatismo chantajista.

Es muy duro soportar que la palabra más repetida por el Presidente del Gobierno sea la de Diálogo. ¿Qué diálogo? La Memoria nos repite que ETA no ha dialogado nunca, ha sembrado el terror y el horror. Sólo nos cabe la unidad, la resistencia, la firmeza democrática pero sobre la base de unos principios, una legalidad, una praxis, que nos conduzcan a la derrota militar, política, social y personal del terrorismo y de los terroristas. Abandono definitivo del terrorismo en todas sus formas criminales, cumplimiento de las deudas pendientes con la Justicia, reconocimiento del daño causado, aplicación de la ley de partidos hasta que la ETA política y social no reniegue de haber sido soporte y sostén de su actividad delictiva. Que los obispos vascos vayan a las cárceles a organizar cursillos de arrepentimiento. Que el Lehendakari ordene borrar todas y cada una de las pintadas pro ETA en el País Vasco, prohíba los homenajes a etarras, defienda de verdad a los constitucionalistas, saque a la población vasca defendiendo a la Audiencia Nacional. Que nuestro Presidente del Gobierno vuelva al Pacto por las Libertades y ponga a las víctimas en el lugar que nos corresponde, este es el único camino. El camino de la Memoria, de la Verdad y de la Justicia.


Muchas gracias.