ARTÍCULOS DE OPINIÓN

31.5.06

REPELENTES COMADREJAS

Recibido por correo electrónico.

La Unión de Actores premia al colectivo Ahotsak, plataforma formada por políticas vascas nacionalistas, socialistas y batasunas.Fue Pilar Bardem la que se encargó de entregarle una rosa blanca a la abogada de etarras y ex-diputada de Batasuna Jone Goirizelaia.
REPELENTES COMADREJAS
Regalándole al verdugo
vuestra pacífica rosa...
Vaya manera asquerosa
de ganaros el mendrugo.
Repelentes comadrejas,
me dáis auténtico asco:
Insultáis al pueblo vasco
y enmierdáis hasta las cejas
a toda vuestra ralea.
Queréis que el pueblo se crea
estos cantos de sirena,
y gritáis a boca llena
"Una rosa por la Paz"
Qué bonito, qué moderno...
Y sobre todo, eficaz.
Es lo que quiere el Gobierno:
"Hay que lavarles la cara
a nuestros nuevos aliados.
Hay que decir a la gente
que los muertos... olvidados.
"Con Otegi como socio
Eso no es paz: es negocio.
Y qué convencido estoy
de esta verdad meridiana:
Tendremos Paz para hoy
y hambre para mañana.
Repelentes comadrejas:
Ni sois actrices de Izquierda
ni artistas de candilejas.
No sois más que unas pellejas
al servicio del Gobierno,
y os podéis ir... a la mierda(que es más 'laica' que el infierno)
Monsieur de Sans-Foy

29.5.06

Víctimas del terrorismo: inocencia y perseverancia

ÁNGEL ALTUNA*/PSICÓLOGO Y MIEMBRO DE COVITE
Los terroristas, sus justificadores y sus laguntzailes, tal y como plantean su posición actualmente, no lo van tener fácil con las víctimas. Desgraciadamente las víctimas son muchas y son muchos los heridos y los damnificados. Además pensemos que cada víctima es diferente; nos encontramos víctimas introvertidas, víctimas extrovertidas, víctimas altas y víctimas bajas, víctimas rubias, morenas, pelirrojas, da igual. Cada víctima es tan diferente que hasta los mismos terroristas han matado a un torturador y a su torturado, a un empresario y a uno de sus trabajadores, a un policía y al traficante de drogas al que detuvo, a uno de izquierdas y a uno de derechas que discutían entre sí, han matado al profesor y a uno de sus alumnos, a un periodista y a su lector.
Así pues, existen tantas víctimas del terrorismo y sobre todo son tan distintas que sin duda siempre va a haber alguna que no renunciará al mantenimiento de sus derechos como ciudadano. Pero lo que todas las víctimas sí han querido siempre es hacer patente la diferencia entre los que han utilizado la pistola y la bomba de quienes no lo han hecho. Es una cuestión de principio social básico ya que nuestras normas autorreguladoras se fundamentan en la protección y en la libertad del ciudadano, sobre todo en las del buen ciudadano. Del mismo modo nuestro sistema judicial, garantista y moderno, hace imposible que se rompa por parte del Estado ese contrato social por el cual el ciudadano delega en lo público la resolución de su pleito con los asesinos y delincuentes y consecuentemente, a partir de ese momento, huye de cualquier posibilidad de justicia privada. Unos han delinquido y otros no lo hemos hecho. Invito a reflexionar y aunque sólo sea por un instante a que uno mismo intente ponerse en la piel de una víctima del terrorismo. Un instante sólo y a partir de ese momento intentar recordar siempre que ese instante para la víctima es eterno y no olvidar tampoco, desde esa visión introspectiva, que las víctimas nunca han querido venganza, siempre han pedido justicia y desean el final del terrorismo.
Más del 90% de los asesinados por el terrorismo lo han sido durante la transición y la democracia. Esto supone otro problema añadido para los terroristas. Mientras los demás discutíamos, trabajábamos o buscábamos trabajo, nos formábamos, acudíamos a votar y respetábamos las reglas básicas de convivencia, ellos asesinaban. Si en los años setenta y ochenta ellos llegaron a pensar en una victoria militar, ahora piensan en la victoria desde el chantaje y por la puerta de atrás. Pero esa puerta está cerrada y candada por el Estado de Derecho. Han despreciado casi treinta años de vida democrática y han insultado a la mayoría de de la ciudadanía mientras seguían matando. En su estrategia actual, la de la pistola oculta pero cargada y la de «negociamos de igual a igual con los dos Estados en clave política», han olvidado intencionalmente un elemento muy sencillo pero importante: la víctima del terrorismo. Para suplantar este hueco palpable, hay quien está intentando poner peligrosamente en marcha distintos planes de igualación entre víctima y victimario. Desde esta integradora visión del mundo resulta que «todos hemos sufrido mucho», «no hace falta reconocer el daño causado», «también duele tener que llegar a apretar el gatillo», y todo ello recuerda en cierta manera a aquel chiste, con perdón, que decía: «¿Vaya día llevamos los dos! A ti se te muere la mujer y a mí se me pierde el bolígrafo». Creo que este camino trazado por algunos, bienintencionados y otros no tanto, y que llaman apresuradamente de reconciliación está dejando de lado dos premisas básicas: la culpabilidad de todos los victimarios y la inocencia de todas las víctimas.
Hagamos otro ejercicio de introspección. Nos ponemos ahora en la piel del asesino. «He matado». Y sigo pensando desde esa difícil cercanía: « la víctima merece justicia y yo merezco una pena por lo que hice. Lo asumo. No estoy loco; sabía lo que hacía. Aceptaré mi culpa, aborreceré lo que cometí, colaboraré con la justicia, reconoceré el daño, entregaré las armas e intentaré volver a ser un ciudadano respetuoso con los demás, incluso dentro de la cárcel». Esta es la bondad de nuestros principios constitucionales y que incluyen el fin reinsertador del sistema penal hacia el delincuente privado de libertad. Ellos tienen la posibilidad de que se les aplique con dignidad. Sus víctimas ya no. Y a pesar de esta posibilidad, muy pocos agentes sociales les están animando a que den este paso definitivo. Diría más, en muchos casos los supervivientes y los familiares de los asesinados están solos en esta tarea que finalmente beneficia al penado y por añadidura tienen incluso que escuchar que este reconocimiento del daño solicitado no es ni mucho menos necesario que se produzca. Afortunadamente en nuestro país no tenemos pena de muerte, tampoco existe el ojo por ojo' por lo tanto deberíamos también rechazar con total rotundidad cualquier posible impunidad o puerta de atrás para los terroristas, porque no olvidemos que la culpa del victimario va irremediablemente unida a la inocencia de su víctima. Eso es lo que nos diferencia de ellos.
Si al asesino se le resta parte de culpabilidad, y éste es el peligro de un proceso negociador, esa culpa queda traspasada automáticamente al asesinado. Conviene no olvidarlo. Describo estas líneas como un intento más para que dejen de emplearse esfuerzos en inventar planes de igualación y que precisamente suelen estar promovidos por quienes no han sido directamente atacados por la práctica asesina del terror. Si no es así, siempre se encontrarán con la perseverancia molesta en busca de justicia y en defensa de la inocencia de alguna víctima del terrorismo; rubia, morena, pelirroja, da igual.

(*) Ángel Altuna es hijo de Basilio Altuna, asesinado por ETA el 6 de septiembre de 1980.

2.5.06

Nunca rezaré por los asesinos

Señora Miren Jone Azurza: Contestando a su carta publicada en el DV el pasado 28 de abril y con el mismo respeto del que yo también soy capaz, le quiero decir que tanto mi abuelo asesinado y su viuda ha sido y es personas muy católicas, y también quiero comentarle que fue mi abuela la que desde pequeño me enseñó la gran mayoría de las oraciones que conozco, lamentablemente hasta para rezar hemos tenido problemas las víctimas del terrorismo, el abandono constante al que hemos sido sometidas las víctimas del terrorismo por la Iglesia vasca y su permanente petición de oración para los presos queda demostrada en la gran mayoría de las misas que se celebran aquí, supongo que es un hecho que no le habrá pasado inadvertido.

Pero no se preocupe. señora Azurza, afortunadamente todavía quedan en la iglesia vasca, escasísimas pero honrosas excepciones que hacen conservar lo poco que me queda de fe, y también rezaré, rezaré por mi abuelo que lamentablemente ya no puede rezar, y también por usted para que jamás tenga que perder a un familiar querido en acto terrorista, pero nunca por esos cobardes asesinos de ETA y sus cómplices de Batasuna para los que deseo una larga vida llena de sufrimiento.

Cristian Matías Albizu, nieto de Manuel Albizu Idiázquez, asesinado por ETA/(San Sebastián)

Nuevo escenario, nuevo lenguaje

«La verdad es a veces, sí, muy dura, pero imprescindible para, asumiéndola, aprender y mejorar. Es tan dura que hay quienes no la soportan».
En este (relativamente) nuevo escenario que esperamos dé paso a un tiempo nuevo, desde Covite queremos aportar nuestro grano de arena para que esos nuevos tiempos sean, de verdad, mejores para todos En este sentido, creemos que es fundamental llamar a las cosas por su nombre. Los eufemismos confunden y distorsionan la verdad y sin la verdad, no vamos a ningún sitio bueno. Desde la autoridad moral que nos da el saber muy bien de lo que hablamos (porque lo hemos vivido en toda su crudeza) y el haber llevado una trayectoria cívica intachable respetando siempre el Estado de Derecho, como víctimas del terrorismo queremos, de cara al bien común, hacer algunas aportaciones para un nuevo lenguaje claro y sin eufemismos:
No se dice «lucha armada». Se dice «asesinatos de gente inocente e indefensa».
No se dice «conflicto entre vascos». Se dice «cobarde exterminio de quien nos estorba».
No se dice «ekintza (acción)». Se dice «asesinato fríamente calculado».
No se dice «kale borroka (lucha callejera)». Se dice «vandalismo intolerable que pretende aterrorizar».
No se dice «normalización política». Se dice «dejar de cometer aberraciones».
No se dice «radicales» (ser radical es ir a la raíz de las cosas y por tanto algo eficaz, bueno y deseable). Se dice «neonazis».
No se dice «impuesto revolucionario». Se dice «chantaje mafioso».
No se dice (o se piensa o se siente, con complacencia y contemporizando) «son gudaris equivocados» (se diría que simplemente «hacen cosas feas» que molestan «estéticamente»). Se dice (y se piensa y se siente, con indignación y determinación) «son asesinos» o «terroristas».
No se dice «algo habrá hecho» (¿qué miseria y cobardía moral!). Se dice «¿es indignante! Nadie tiene derecho a disponer de la vida ajena».
No se dice «nadie quiere más que nosotros a esta tierra» (¿cómo se atreven?). Se dice «cualquier persona normal ama de un modo natural a su tierra (de nacimiento o de acogida ¿qué más da?)».
No se dice «refugiado». Se dice «delincuente huido».
No se dice «involuntariamente ausentes». Se dice «cobardemente asesinados» (siempre cobardemente, siempre por la espalda, siempre sin dar una oportunidad a la víctima).
No se dice «mesa de partidos extraparlamentaria». Se dice «chanchullo para sacar ventajas inadmisibles».
No se dice «todos tendremos que ceder en algo» (¿Es que estamos hablando de dos hermanitos a los que su madre regaña por alguna travesura infantil? ¿O acaso de vecinos de una Comunidad que discuten sobre el color del que van a pintar la fachada de su edificio?). Se dice «quien ha cometido horribles crímenes tendrá que responder por ellos ante la justicia».
No se emplean palabras bonitas como «paz», «generosidad», etcétera, de un modo genérico, hueco y demagógico. Las palabras se deben decir con un contenido concreto, ajustado a una realidad concreta. Sólo ahí tienen su pleno y auténtico sentido.
No se dice alegremente «nosotros siempre hemos estado con las víctimas». ¿A muchos podría crecerles la nariz más que a Pinocho! Como es natural, nosotros sabemos mejor que nadie quién ha estado a nuestro lado y quien no y lo diremos, para vergüenza de muchos para que todos aprendan y nadie pase por lo que nosotros hemos tenido que pasar; para que no se repitan comportamientos innobles e indignos de quienes, teniendo que haber dado ejemplo a la hora de estar a nuestro lado, liderando la lucha moral y política contra la barbarie han estado muy lejos de nosotros (ignorándonos) e incluso, a menudo contra nosotros, unas veces tomando medidas innecesariamente humillantes, crueles y ofensivas que nos han generado un dolor añadido y otras veces, precisamente, dejando de tomar medidas eficaces y acordes con un elemental sentido de la decencia. Se dice (nos lo enseñaron de pequeñitos ) la verdad.La verdad es a veces, sí, muy dura, pero imprescindible para , asumiéndola, aprender y mejorar .
Es tan dura que hay quienes no la soportan. En ese sentido, el infierno existe y para algunos es simplemente un espejo en el que ver reflejada su propia miseria y falta de humanidad. No soportándolo, intentan distorsionar o maquillar la Historia con la mentira, con la negación de la realidad o con eufemismos (especialmente peligrosos y dañinos por la confusión que generan) y que son los que han motivado este artículo. En lo que a las Víctimas del Terrorismo se refiere, no serán otros los que escriban nuestra historia falseándola . No lo permitiremos (por nuestro bien y por el de todos).
JAVIER URQUIZU ARANAGA, CRISTINA CUESTA GOROSTIDI Y CRISTIAN MATIAS ALBIZU/EN REPRESENTACIÓN DEL COLECTIVO DE VÍCTIMAS DEL TERRORISMO DEL PAÍS VASCO (COVITE)